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Una idea llega donde no llega la luz, pone al descubierto las zonas en penumbra, tiene el potencial de ver en la oscuridad sin ver, revela lo oculto. El pensador necesita VER para PENSAR, aunque después piense sin ver; abre un momento los ojos, mira a su alrededor, y vuelve al instante a su madriguera, al escondrijo, a la guarida alejada del mundo exterior. La LUCIDEZ es una idea oscura, una luz fría, a duras penas ilumina la serie interminable de corredores, de galerías yuxtapuestas que conforman una teoría. El laberinto no es una imagen más, es la esencia del pensamiento; pensar es crear laberintos, iluminados por antorchas, un laberinto nuevo cada vez, lugares de pérdida y conocimiento, de ceguera y revelación. La idea es algo en lo que se está pensando, no cabe duda; del mismo modo que algo de lo que se ve, indefinible, aparece en el pensar, motivo suficiente, incentivo para seguir adelante. Como la incógnita nunca acaba de mostrarse ni de pensarse, dado que sólo se piensa en detalles de lo que se ve y sólo se ve algún aspecto de lo que se piensa, el resultado es que nunca vemos con exactitud qué se está pensando, ni es posible pensar con total certeza acerca de la visión. La laguna es el hecho fundamental e irrebasable. Todo sucede, así, con más ideas de las que serían necesarias, prima el excedente, la desmesura, y una multiplicidad de cosas a la vista imposibles de procesar, analizar, en medio de una INADECUACIÓN mutua interminable, asimétrica, que estimula tanto la génesis ideal como la manifestación de lo real. La idea es incapaz de dar cuenta de la imagen, a pesar de que es un momento fundamental en su creación; la visión no capta lo fundamental de la idea. No hay ganador en este juego; a pesar de que la partida es interminable, siempre acaba y comienza en tablas. El pensamiento, incapacitado frente lo visible, no puede sino dilucidar lo que no se ve, alumbrar las zonas oscuras del ojo. Lo que no puede verse en la imagen, se ve en la IDEA, que dice lo invisible de lo visible. Por su parte, la visión está obligada a enfrentarse a lo que no se piensa, disputa ancestral. Aquello que no puede pensarse en la idea, se piensa en la IMAGEN, que plasma lo impensable de lo pensable. La cabeza nace, es preciso, brota de los escombros y los cascotes, cuando una idea nos hace ver o una imagen nos hace pensar.