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Hablar no es pensar, el modelo del pensamiento no es la conversación entre los sujetos. La puesta en cuestión es una resonancia de ideas, una cámara resonante, que ocupa todo el espacio sin ocupar el espacio de nadie. La reflexión es un lenguaje no comunicativo, tanto hacia fuera como hacia adentro, falta el emisor y sobre todo el receptor. Cabe la posibilidad de que un individuo se identique con otro, comparta la visión de otro, siempre que se parezcan, tengan alguna semejanza, y, en consecuencia, entablen un diálogo. En cambio, la singularidad extrema de la cabeza, su rareza, el carácter residual, impide la identificación y el intercambio de opiniones, la comunidad basada en una representación común; cada una vive en su propio mundo, sumida en un estado hipnótico, ajena a todo, guiada por una determinación férrea, intransferible, de difícil comprensión. Una vez eliminada toda representación del sujeto, los lazos de unión entre los particulares, extraída la parte útil para la sociedad, queda el resto improductivo, la existencia sin más, el RESIDUO como forma de vida límite, la parte capital, aislada, que, libre, desligada de todo, es capaz de ver y pensar por sí misma. Pensamientos residuales de un pensador inútil, fermentación de los desechos. La libertad está en los despojos.